“Cuando me convidan pa´una rumba, cuando me convidan pa un bembé, siento un desespero que retumba y túmbala que tumba, tumba que tumba e…” La cultura caribeña tiene mucho de otras culturas, pero sobre todo, tenemos una presencia marcada de lo europeo y de lo africano. Ciertamente nuestra historia nos lleva a adoptar necesariamente elementos de la cultura Europea, fu quienes nos mostraron al resto del mundo y ellos también, trajeron los esclavos negros para aligerar la carga a unos indígenas que se iban agotando y desapareciendo lentamente.
En la Española, nombre que recibe la isla que comparten Haití y República Dominicana, unos pocos años después del descubrimiento los indígenas habían desaparecido. Don Fernando Benítez relata en su obra “1992, qué celebramos, que lamentamos” el “Padre” de la literatura mexicana afirma que en la Bahía de Yucatán los indígenas que recogían los corales y otras riquezas del mar, morían en poco mas de un años, casi sin pulmones por el esfuerzo de contener la respiración y la epidermis levantada por el salitre, dieciséis horas bajo el mar, seis días a la semana producían el acabose.
El tambor en diferentes denominaciones y formas, con sonidos diferentes se entronizo en nuestro gusto y preferencia. El merengue dominicano tiene como guía musical una tambora: especie de cilindro con cuero de chivo en ambos extremos, por un lado del macho y por otro de hembra que no haya parido. El son cubano emplea, por su lado, tambores como el bongo y la tumbadora dos instrumentos de cuero que funcionan combinados de dos uno primo y otro segundo la diferencia estriba en la circunferencia del cuero y que el bongo es mas pequeño que la tumbadora.
La salsa por igual. Al ser una adecuación del son con mayor estilo mas instrumentalización utiliza tambores de diferente denominaciones y capacidad. Pero la culminación de los instrumentos de cueros son los “Tambores Batá” una especie de manojo de cinco tambores en forma cilíndricos colocados en posición horizontal donde quien los toca requiere de capacidad de movimiento y agilidad para lograr la cadencia del ritmo y el que la nota no se pierda.
Dicen que quien toca los batá es necesariamente santero y debe “montarse” en algún santo del sincretismo religioso: Abacuá, elegua, ochun o cualquiera de los santos poderosos. De lo que si puedo dar testimonio es de que quien sea caribeño reaccionara necesariamente al sonido de algún tambor, cuando suena el cuero, nosotros que tenemos el “negro tras la oreja” es como si nos pincharan, la sangre hierve en las venas y salimos corriendo pal´bembé, tal como decía el Peter- El Conde- Rodríguez, un negrito de Ponce, hijo de bongosero que cantaba como los ángeles.